Salimos desde Amenal, a 15 kms. de Santiago, sin prisas, saboreando los últimos tramos del Camino. En Lavacolla paramos a tomar el bocadillo, coincidiendo con muchos peregrinos, algunos ya conocidos, como los cuatro de Cantabria.
Ya avanzado el día, llegamos a Monte do Gozo, donde nos encontramos con mucha gente disfrutando del lugar, remonoleando, sin muchas ganas de llegar al final. A mi, que ya he acabado mis Caminos muchas veces en Santiago, siempre me ocurre lo mismo: por un lado, siento la impaciencia por acabar y, por otra parte, no quiero llegar porque esto significa el fin de unos días duros, pero divertidos y relajantes. Creo que esta misma sensación, agridulce, la experimentan la mayoría de los peregrinos.
Nos decidimos a afrontar los últimos quilómetros, todos en bajada y, en poco tiempo, llegamos a la entrada de Santiago. Quien no lo conoce, siente una ligera decepción, la verdad es que no difiere mucho de cualquier gran ciudad. Nos hacemos la típica y "obligada" foto con el cartel de Santiago de Compostela como fondo.
Todo cambia a partir de la Porta do Camiño, entramos en la ciudad antigua, de una gran belleza. Todos y cada uno de los edificios son un monumento. La emoción llega a su grado más alto cuando cruzamos el arco que nos adentra a la Praça do Obradoiro. Los cuatro, Fernando, Paqui, Feli y Antonio, nos abrazamos emocionados. El objetivo estaba cumplido y nos pareció que fue más fácil de lo que habíamos pensado seis días antes, cuando partimos de Sarria. El cansancio desapareció en ese momento.
Mención especial para las dos mujeres del grupo porque se portaron como unas campeonas. Feli, que ya había hecho varios Caminos, estaba medio lesionada y Paqui nunca había caminado más de 14 kms. en un día; en el Camino fue capaz de hacer una media de casi 20 kms. durante seis días seguidos.
Antonio R.