En teoría, hoy era el día libre, pero el guía nos planteó la visita a Zúrich. La mayoría lo aceptamos y el autocar nos condujo a la ciudad más importante de Suiza. Una vuelta guiada por el centro y tiempo libre hasta la media tarde.
Como suele suceder, el gran grupo se dividió en varias partes y cada una de ellas, se lanzó a descubrir el máximo de lugares dignos de ser admirados. En donde sí coincidimos la mayoría es en el paseo que hay bordeando el precioso lago de Zúrich, que estaba muy animado y había mucha gente comiendo, sentados en bancos o en el suelo.
Nosotros compramos la comida, unos braswurts, ensalada y, cómo no, cerveza y nos la "ventilamos" en la calle, imitando a las gentes del lugar. Luego paseamos por las calles estrechas, paralelas al lago y tomamos café y una pasta, muy caro y no demasiada calidad. En momentos así es cuando echamos de menos nuestro país, en Suiza el poder adquisitivo es muy alto y por ende, casi inaccesible para los bolsillos de la mayoría de "españolitos".
Por la tarde, nos llevó el autocar al pequeño y precioso pueblo de Bad Säckingen con visita obligada a la Catedral. Como nos pasó en Sant Basien el primer día, quedamos sorprendidos gratamente por su original belleza.
Este pueblo también es famoso porque forma frontera entre Alemania y Suiza. Un viejo, pero cuidado puente, une a los dos países; una raya blanca, pintada en el suelo, es la única separación.
A las siete de la tarde, subimos al autocar y regresamos al hotel. Cenamos juntos, como siempre y después, un grupo de entusiastas compañeros prolongaron la fiesta, bebiendo y bailando, el resto nos fuímos a descansar.
Saludos.
Antonio R.
