diumenge, 1 de març del 2015

Caminada Popular de Cabrils, 2015






    Como ya comenté en la entrada anterior, el viernes disfrutamos del concierto, pero aquí no se acababa todo. El sábado estuvimos comiendo en un restaurante cerca de casa y nos apuntamos a la comida tradicional catalana típica de estos meses, els calçots. Fue una experiencia nueva para los que viven en Madrid y, cómo no, les gustó tanto que Paqui compró unos manojos para compartir con el resto de la familia de regreso a casa.






    Para el domingo nos quedaba la prueba más dura de nuestro encuentro. Habíamos programado una marcha, no demasiado larga y que incluyera la típica butifarra catalana al finalizar. La Cabrilenca reunía estas condiciones, pero añadía un problema para algunos miembros del grupo, su gran dureza. Había desconfianza sobre si seríamos capaces de acabarla juntos, pero pasados unos quilómetros se disiparon las dudas y nos convencimos de que podíamos hacerlo, incluída Juani, que se comportó como una campeona, dado que era la menos acostumbrada a caminar.







Había varias opciones: correr o caminar 18 ó 10 kms. Nosotros escogimos la distancia más corta y obviamente, caminando. Durante el recorrido apenas había zonas de llano, o subíamos o bajábamos. A destacar varios tramos de "corriols", pasos muy estrechos con piedras por tramos de bosque, difíciles de pasar pero de una gran belleza.






    El punto más alto de la caminada coincidía con el Castell de Burriac, a 400 m. de altura sobre el nivel del mar Mediterráneo, al que veíamos desde arriba durante parte de nuestro recorrido. No era obligado subir al castillo, la mayoría lo evitaba por tener que salvar un desnivel bastante considerable. Yo sí subí, más que nada para tomar unas fotografías desde arriba del todo.






    Antes de la salida, nos obsequiaron con unos trozos de coca, a los cinco kms. hubo un avituallamiento bien surtido de plátanos, naranjas, avellanas, chocolate y agua y, al  final, la esperada butifarra con abundante bebida y una bonita camiseta.







    Cuando volvíamos a casa, Fernando nos sugiere que, después de ducharnos y ponernos guapos, vayamos a comer a Can Travé, restaurante ubicado en una típica masía catalana de muchos años de antigüedad. Él invita porque pronto será su cumpleaños y nosotros, "haciendo un esfuerzo", nos dejamos convencer ante su insistencia, jajaja.
    Fue un digno colofón a los cinco días que habíamos disfrutado juntos.



    Saludos.
    Antonio R.



1 comentari:

  1. Aún tengo agujetas!! Y una uña morada...jajaj....fue muy dura pero lo pasamos genial. Gracias por esos estupendos días tan bien organizados.

    ResponElimina